El otro día mi abuelo me estuvo contando cómo trabajaba en su etapa de comercial. Hablábamos sobre hojas de ruta, prospección, flujogramas… pero hubo un claro protagonista en la conversación: la venta cara a cara.
A día de hoy, especialmente desde 2020, las relaciones, tanto personales como comerciales, han cambiado viéndose claramente afectadas por la digitalización.
Nuestros cara a cara son cada vez más escasos, por lo que mi prospección, relaciones con los clientes y reuniones son completamente diferentes a las de mi abuelo.
Si tengo que sincerarme con vosotros, a veces echo en falta una relación más cercana y directa; pero sin duda los recursos de los que disponemos ahora me consuelan. “En mis tiempos todos los acuerdos los firmábamos en restaurantes o incluso en casa de los clientes”. Más allá del típico comentario de abuelo (benditos abuelos), esta frase señala la diferencia en la gestión de tiempos. Antes, estas visitas implicaban horas de desplazamiento para ir a ver a los clientes, en ocasiones para no conseguir llegar a un acuerdo.
¡Ahora estamos a un par de clicks!
Esto nos permite ser mucho más eficientes, dedicando esas horas que mi abuelo dedicaba a desplazarse para analizar el mercado y generar un sistema de ventas mucho más estratégico.
Ya no es tan común sentarnos a tomar un café para “hablar de business”, pero hemos interiorizado una nueva forma de relacionarnos tanto en el área comercial, como en el área personal.
Por supuesto, sigue siendo clave el contacto cara a cara y esas cenas con los clientes, pues las relaciones se fortalecen con la confianza y la confianza se construye a través de la cercanía; pero ahora contamos con otras alternativas.
La generación Z ha aprendido a adaptarse y aprovechar al máximo las ventajas de la digitalización en nuestras actividades comerciales, sin desechar en absoluto el modelo clásico de venta.