Cuando surgen retos estratégicos, crisis o proyectos de gran envergadura, surge una duda habitual: ¿Contratamos a un Consultor Senior para que analice la situación, o a un Interim Manager (directivo temporal) para que tome las riendas y ejecute el plan?
La confusión es lógica, ya que ambos son profesionales externos de alto nivel que aportan expertise. Sin embargo, la diferencia entre estas dos figuras no es de cualificación, sino de propósito y acción. Mientras uno le entrega un informe, el otro se remanga para garantizar la ejecución efectiva.
El gap fundamental entre el consultor senior y el Interim Manager reside en el nivel de implicación y el resultado que se espera de su colaboración.
La consultoría se centra en el análisis estratégico. Su misión es diagnosticar problemas, identificar oportunidades y diseñar una hoja de ruta detallada para la empresa. El Consultor Senior opera desde una posición externa, proporcionando una visión objetiva y soluciones teóricas.
El Interim Manager es un líder ejecutivo que se integra temporalmente en la estructura de la organización para ejecutar y resolver un desafío específico. Su éxito se mide por el cumplimiento de los objetivos definidos al inicio de la misión.
La elección entre un consultor y un Interim Manager debe basarse en la verdadera necesidad de la organización: ¿falta conocimiento o falta capacidad de acción?
Se necesita esta figura cuando la prioridad es obtener una visión externa, analítica y estratégica.
La prioridad es la acción directa, la gestión del cambio y el cumplimiento de resultados.
El criterio para medir el éxito es el que marca la mayor diferencia en el impacto práctico sobre el negocio.
En el caso de la consultoría el éxito se define por la calidad, profundidad y aplicabilidad de la estrategia o el informe entregado. Su valor final es la transferencia de conocimiento experto y la claridad de la hoja de ruta. La métrica principal es la utilidad del insight y la solidez de la recomendación, manteniendo el foco en el análisis estratégico y la justificación teórica de las futuras acciones. Es importante destacar que la implementación recae sobre el equipo interno de la empresa.
El Interim Manager no se mide por el informe que deja, sino por la consecución de los objetivos para los que fue contratado/a. El éxito es, por naturaleza, tangible y medible en el corto o medio plazo. La métrica principal es el ROI y el cumplimiento de KPIs definidos al inicio de la misión, abarcando aspectos como la reducción de costes, el incremento de market share, la implementación exitosa de un sistema o el cierre de una reestructuración. El foco está puesto en la ejecución efectiva y la responsabilidad directa sobre los resultados, con la particularidad de que su contrato finaliza cuando el reto ha sido resuelto o la transición ha concluido con éxito.
La contratación de un Interim Manager es una decisión estratégica que requiere un análisis riguroso para asegurar que el perfil se adapte a la cultura y a las necesidades específicas de la misión. El éxito depende en gran medida de la correcta selección del profesional.
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